jueves. 28.03.2024

La realidad ha muerto, la paranoia la sustituyó

Javier Medrano es director de Medrano & Asociados

La realidad de hoy ya no está basada en hechos. La realidad de ahora es una construcción de prejuicios, fanatismos, dogmas, de campañas de desinformación, de visiones populistas, nacionalistas, guerristas y, por último, de propaganda dura y pura de regímenes totalitarios.

Esta multitudinaria creación de realidades, provocan paranoias de tales niveles que la propia clase política y social que la engendra termina sometida en su ruinosa realidad. Los expertos califican este efecto como “la paradoja de la propaganda”. Es tan grande la farsa que construyen estos populistas que terminan siendo engullidos por sus propias mentiras. El político inventa las mentiras, sus medios afines repiten esas mentiras y el político se las acaba creyendo hasta operar sólo y exclusivamente en función de esas falsedades.

La polarización política que vivimos construye un ecosistema informativo en el que ha dejado de existir una “realidad común”. Ya no compartimos valores, principios y una visión conjunta como sociedad. Las personas, de diferentes edades, tendencias, zonas, viven encapsuladas en “sus propias realidades” en función los medios de comunicación que consumen; desde los amarillistas hasta los ultraconservadores; creen más en la desinformación de sus grupos de WhatsApp, Facebook o Instagram.

Una facción política promueve una mentira descarada, pero sus partidarios la aceptan porque es más reconfortante que la propia realidad. Desde los terraplanistas, hasta los que creen que las vacunas son dañinas para la salud de las personas.

Si a esto sumamos la “infoxicación” o intoxicación por información tendenciosa, nuestra sociedad está cayendo en un pozo negro y profundo. La ecuación es si todo es igualmente increíble, todo es entonces igualmente creíble. Cada uno elige su propia versión increíble de la realidad, la defiende a muerte y mira al contrario como una amenaza a la que hay que eliminar. Todas estas visiones sesgadas y paranoicas incitan a las personas a desconfiar de sus instituciones y a creer sólo en tramas “malvadas”.

Todo esto hace que la democracia y el sentido de convivencia exploten por los aires. Si agregamos a la pócima el nocivo entorno de internet, la progresiva radicalización de los discursos en línea y su rentable viralidad, los salvajes “me gusta”, los retuits, la búsqueda irracional de followers, la impunidad de los discursos de odio, la cultura de los llamados “ofendiditos”, la emocracia - democracia de las emociones - la creciente polarización social, los políticos de la zasca y su absoluta ignorancia y la tiranía de los 280 caracteres de un tuit, socavan cada día las democracias, engordan las autocracias y alimentan las burbujas de una gigantesca pócima mortal que convierte cualquier debate, por más necesario y valioso que fuere, en una sobre simplificación torpe de la realidad.

Para los pobladores de Korea del Norte, la dinastía dictatorial, asesina y corrupta – realidad occidental – en realidad es una familia que proviene del cielo y son sus dioses fundadores, nacidos a los pies de un doble arcoíris. Para Putin y su propaganda y campañas agresivísimas de desinformación, la guerra contra Ucrania es en realidad una pelea contra la desnazificación que busca la liberación de los ucranianos. De hecho, el pueblo ruso de base está absolutamente convencido de la legitimidad de la incursión bélica de su líder absoluto, Vladimir Putin.

Terminó creyéndose sus propias mentiras, lanzó una guerra que dejó en evidencia su propia debilidad militar y bélica y sustentó su visión sesgada de que el gobierno de Zelenski colapsaría de inmediato y que los ucranianos recibirían a los rusos como libertadores. Fue todo lo contrario. Ahora Putin es un paria mundial y un criminal de guerra. 

Para el cocalero y presidente de las seis federaciones del Chapare, Evo Morales, la hoja de coca se destina al acullico tradicional, cuando en realidad el 90% de la producción de coca - según los estudios de la UNODC – es utilizado y comercializado para el narcotráfico; pero, además, en su extraviada realidad, el sueña que la DEA estaría tramando todo un complot en su contra para desestabilizar dicha zona cocalera. Y, para ponerle un listón a su desvarío esperpéntico, asegura que Nicaragua, Venezuela y Cuba, son los países más democráticos del mundo. Junto a Putin y a Erdogan, por supuesto.

Así que, amable lector, la realidad ha muerto.

La realidad ha muerto, la paranoia la sustituyó