miércoles. 24.04.2024

Es invierno y el sol del mediodía relumbra en los campos que se extienden a lo largo de los municipios de Cuatro Cañadas y San Julián, en el departamento de Santa Cruz. Los cultivos de trigo, girasol, algodón y sorgo ocupan extensiones a simple vista inmensurables, llenas de los colores, que auguran -para un ciudadano no experto en el tema- un abastecimiento óptimo para el mercado interno. Pero, los ojos de los productores temen una cosecha pobre, muy por debajo de lo alcanzado años antes. Se denota la falta de robusticidad y calidad -dicen- debido a la fuerte sequía que afecta los cultivos, similar al año pasado, en la campaña de invierno.

“Si bien hemos producido, muchos productores hoy estamos más que preocupados. En los últimos años la cosecha es baja, debido a la sequía y a la maleza que aparece con mucha más frecuencia. Uno puede ver hoy los terrenos cultivados, pero si analiza a detalle se ve un crecimiento muy lento, sin robustez, disparejo y propenso a malezas. Todos estamos esperando que llueva”, comenta Chanel Camino, un joven nacido en San Julián.

El sector productivo del país ha estado en el ojo de la opinión pública en el último tiempo, debido a la susceptibilidad de un posible desabastecimiento de alimentos ante el agravamiento de la crisis mundial y, sobre todo, el aumento de precios y baja producción resultado de los fenómenos naturales, como la sequía que cada año apremian más.

Desde sus primeros años como productor, Camino afrontó los problemas en sus cultivos con el apoyo de prácticas conservacionistas y cotidianas como la siembra directa con rotación de cultivos, para incorporar el rastrojo y la preparación del terreno antes de la siembra; llenándola con materia orgánica y lista para recibir la semilla. Este productor disfruta su especial devoción por su trabajo con la tierra. “Tengo más de 150 hectáreas de cultivo, resultado del trabajo duro que hago hace más de 10 años; he crecido bastante, pero quiero ser reconocido por tecnificar mi producción y dar al mercado calidad más que cantidad”, señala.

Como sucede con varios productores de su generación, desde niño aprendió de sus padres el trabajo agropecuario y ganadero, aunque en condiciones diferentes. Chanel apostó por recopilar su aprendizaje familiar e inició el cultivo de girasol, sorgo y soya en sus primeros terrenos, todo de forma manual. Así fue como más aprendió y su crecimiento se dio a la par de otros productores de la zona, quienes ahora -para ser competitivos- han apostado por la tecnificación. Cuentan con maquinaria para siembra, fumigación y cosecha sin descuidar cada día las mejores formas de mantener un terreno fértil y productivo.

El año pasado, la producción de soja, maíz, trigo, girasol y sorgo en el oriente boliviano llegó a 4,7 millones de toneladas, un 6 % menos que en 2020. Y para este 2022, se prevé una producción similar. No obstante, el compromiso de los productores de Anapo es mantenerse como motor productivo y económico del país, a través de la producción de alimentos estratégicos que contribuyen a garantizar la seguridad y soberanía alimentaria del país.

La inversión en tecnología es el apronte de los más de 14.000 productores que son representados por la Asociación de Productores de Oleaginosas y Trigo (Anapo) contra la sequía y el ataque agresivo de plagas que disminuyen la productividad, la calidad y la cantidad de su producción. La han asumido tanto los descendientes de varias generaciones de agricultores -como Chanel Camino- cuanto los productores como Rosendo Vera, de Cuatro Cañadas, que migraron a la región en los 80, desde otros departamentos.

Vera nació en Chuquisaca y migró de muy joven a Santa Cruz, a la zona de Cuatro Cañadas, con el sueño de convertirse en un productor sostenible. “En 1984 escuché que por estos lugares había terrenos y me vine. Era muy joven y me dedique a deshierbar lotes y recoger la cosecha de los productores de aquellos tiempos. Con el tiempo pude acceder a unas hectáreas y comencé a cultivar y cosechar aprendiendo desde cero. Ahora tengo 120 hectáreas en esta zona y las cultivo porque tengo a quién vender. Estoy más enfocado en mi familia, mi casa y mis animales. Tengo peces y presto servicios con las maquinarias que adquirí”, indica.

La sequía y la aparición de plagas más resistentes son factores que preocupan en gran manera a todos los productores, sean pequeños, medianos o grandes, migrantes o locales. Ambos no pueden ser controlados con eficacia bajo las condiciones en que actualmente desarrollan su producción. Eso les genera zozobra y, ante todo, una demanda unánime: acceder de manera legal a nuevos eventos con transgénicos en soya y maíz, principalmente.

“Espero en esta cosecha sacar hasta una tonelada por hectárea. Antes sacaba hasta 1,6, pero la falta de lluvia afecta. El trigo ya está más de un mes sembrado y está pequeño, lo mismo pasará con la soya”, lamenta Vera.

El agricultor oriundo de Chuquisaca observa que en la actualidad el sector está muy mermado y cada vez más complicado para luchar contra la sequía y las plagas. “Recuerdo que antes fumigaba dos veces y todo desaparecía, pero ahora, lo hago hasta cinco veces porque las plagas son muy resistentes”, acota el productor que vivió el auge de la venta de la soya y el trigo, y recuerda que su sacrificado trabajo le dio muchos frutos. “Pero otra sería mi realidad ahora, si no me hubiese venido hace años, sino ahora. Porque los nuevos productores necesitan saber cómo luchar contra las inclemencias del tiempo, ya casi no llueve y además, hay que saber cómo vender, a quién y a qué precio. Es imprescindible el apoyo técnico para mejorar la producción”, reflexiona.

Anapo es consciente de las necesidades que surgen para los productores cruceños en el transcurso de los años. Por ello, invierte en capacitaciones sobre diferentes temas técnicos. “Aprendimos a rotar cultivos. Si ahora en invierno estamos con girasol, pasaremos a soya en verano y después rastrojo y maíz para que las malezas no se queden y el suelo, que es la fuente de nuestro trabajo, esté en buenas condiciones” acota Vera.

En unos días llega el tiempo de la cosecha de invierno y el esfuerzo de los productores es duro; muchos pagan la semilla y los servicios de maquinaria que utilizaron después de vender lo producido. Estos últimos años llegan casi con lo justo a pagar deudas; muchos tienen contratos con empresas aceiteras o de producción, como Emapa, a las que deben entregar cantidades acordadas, que a veces les es difícil alcanzar.

Camino y Vera alegan la necesidad urgente del uso de transgénicos.  “Solo así aumentaremos la productividad, disminuiremos el uso de agroquímicos, incrementaremos la cosecha y mejoraremos la calidad de nuestra producción”, dice Chanel. Y Rosendo alude que “urge lograr una mayor resistencia a las inclemencias como la sequía y evitar el riesgo actual de menor producción de pollo, incremento del precio de la carne y del huevo, que afecta de manera directa al bolsillo de la población”.

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